sábado, 14 de abril de 2012

Recuperando memoria




No ha sido gracias a los libros de texto, lo que he aprendido sobre parte de nuestra historia.
Quizá, como idealista, me indigno al pensar que a pesar de aparentar que somos un Estado social y democrático de derecho (según la C.E), que respeta los Derechos Humanos, aún siguen transformando nuestra Guerra Civil.

Nunca se podrán cerrar las heridas, si aún hoy el  viento nos hace sentir el calor de esos huesos que están bajo nuestros pies.
No podemos olvidar las miles de vidas, de historias, que injustamente fueron arrebatadas en un ataque ilegal, ni podemos ignorar que hubo víctimas y verdugos, vencedores y vencidos, esos que llenaban cárceles, construían mausoleos y que reposan en las cunetas.
Parece algo demencial, el derecho a saber donde están nuestros antepasados y hacerles por fin descansar en paz. Darles el reconocimiento que durante muchos años se ha acallado, darles las gracias por luchar por la vida, por la justicia y la libertad.
No buscamos ya culpables, no vamos a hacer una lista con sus nombres, después de tanto tiempo, no merece la pena. Lo único que si espero, es que si esos asesinos creen en algo después de la muerte, ese algo los juzgue de una vez por todas.

Hemos asumido el clasismo en los vivos, pero todos los muertos deberían tener derecho a una despedida digna, sin bandos, sin pensar si son rojos o nacionales, otra gran hipocresía.
Los nacionales son los que luchan por la legalidad, esos fueron los republicanos, rojos o como quieran llamarnos.
Estoy cansada de un país que no reconoce sus errores, de partidos políticos que defienden posturas insostenibles, porque sus familiares eran amigos del dictador Franco, y ahora se alzan con el sí a la vida.
De religiones corruptas, que no condenan asesinatos, ni barbaries, quizá porque ellos también formaron parte de ese bando que les dio tanto poder.


Solo cuando se abra la tierra y esas almas atrapadas en el tiempo puedan por fin apaciguar su dolor, cuando se consiga vaciar  y destruir el mausoleo que se construyó a base de muertos y lleno de mentiras, solo cuando nos atrevamos a decir que hubo una dictadura que asesinaba por placer, que las próximas generaciones crezcan sabiendo la verdadera historia, solo así se acabará la lucha y conseguiremos derribar el muro que separa a los dos bandos. Solo así podremos mirar a nuestros héroes a los ojos sin avergonzarnos.
Mi lucha como la de muchos, es la de recuperar una memoria histórica que nos ha sido escamoteada a muchas generaciones.
Cada uno a nuestra manera intentamos luchar para que se reconozcan los derechos de los luchadores por la libertad, la justicia, la legalidad.
Pero la fuerza de la reacción es pavorosa y no decrece con los años. Han pasado más de treinta años ya desde que dejamos atrás la ignominia de la dictadura pero todavía hoy los que nos defendieron, los que nos enseñaron esos valores cívicos que las escuelas religiosas, es decir, todas las del franquismo nunca conocieron, ni por tanto pudieron transmitir a sus alumnos no han logrado el lugar que les pertenece en una sociedad que tendría que rendirles honores por haber defendido la democracia. No lo hemos logrado todavía, pero quiero creer que estamos en el camino para conseguirlo.

De todos modos, como un aroma indestructible que ha ido esparciéndose por la vida y la geografía de nuestro país, el coraje de estos hombres y mujeres no ha desparecido, sino que desprendida de los hechos espantosos que destrozaron nuestra historia flotan en el aire dándonos el valor suficiente para seguir luchando por una democracia cada vez más real. Es el aroma de sus vidas, el aroma de su honestidad, el aroma de su inmenso sacrificio.
El destino que es extraño y misterioso nos ha dejado sin excusa para retomar su compromiso.

VERDAD, JUSTICIA Y REPARACIÓN!

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