lunes, 28 de febrero de 2011

Tardes de infancia

Soles de primavera, soles de una infancia perdida, de recuerdos difuminados, escondidos en un pequeño rincón de la memoria. Recuerdos de cuando todo nuestro mundo se reducía al sonido de un timbre a las 16.30h de la tarde.
Cuando nuestra tarde empezaba al salir de colegio, con  prisas por jugar, por  no desperdiciar un minuto de algo que creíamos eterno.
Recuerdos de un grupo de amigos, de la pandilla, por el patio de colegio, hasta que el sol caía y volvíamos a nuestras pequeñas obligaciones de estudiantes. Hacer los deberes en diez minutos y estudiar quince para un examen del que sacarías un nueve, gracias a nuestro querido maestro José Antonio. Ese profesor lleno de bondad, con los brazos siempre abiertos y dándonos un pedacito de su corazón solo por ver nuestras inocentes sonrisas.
Anhelos de parques llenos de gritos, de risas, donde cada metro cuadrado rebosaba felicidad. Lugares mágicos, llenos de encantos por descubrir, de enamorados tumbados en la hierba buscando la clandestinidad de un árbol, para poder besarse por primera vez.
Nostalgias de cumpleaños pasados, de regalos desafortunados. Cumpleaños que empezaban con la tarjeta de invitación, con las bolsas de chuches en las clases, con las meriendas en el burguer y todos impacientes por salir a jugar al escondite.

Ya poco o nada queda de aquello, solo un bello recuerdo que viene de vez en cuando a interrumpir la rutina de adulto para sacarte una sonrisa con un brillo adolescente.

sábado, 19 de febrero de 2011

Música

Humo en el ambiente.
En el garito, rostros desconocidos sedientos de música en directo. Mesas llenas, copas vacías esperando ser llenadas de algo de alcohol.
Un solista sube al escenario con su guitarra. Empieza a tocar temas desconocidos para muchos, pero que hacen sentir cada nota dentro del organismo.
Letras desgarradas sobre soledad, desamor, desencato de la vida... y el cuerpo empieza a sentir cada palabra, a recibir cada mensaje que se mete en la sangre, pasa a las arterias y llega hasta el corazón, y es allí donde explotan los sentimientos, donde las canciones cobran sentido, porque te identificas con la amargura, con el fracaso del protagonista, ese que es incapaz de hacer lo que realmente quiere, ese que rechaza a la chica de sus sueños por miedo a ser conocido de verdad.
Y lo único que eres capaz de hacer es aplaudir mientras el cantante va desnudando su alma sobre el escenario.
Gente que sigue bebiendo, cigarros consumidos entre las manos, y algún porro clandestino que difumina el olor de la sala.
Una chica en la mesa de la esquina, junto a la ventana. Bebe su caña rebajada con limón y sostiene entre sus manos su inseparable libreta, donde anota todo lo que siente en el momento y se deja llevar por las notas desesperadas del artista.
Esa chica soy yo.

miércoles, 2 de febrero de 2011

Crash

¿Y aún te atreves a preguntar que me pasa?

¿Cómo recomponer el alma que has hecho pedazos?

Como cada día desde meses, recojo los pedazos de mi alma, me pinto los labios y salgo a emborracharme hasta que tu rostro desaparece en el fondo de la copa.
Doy tragos largos, que queman mis entrañas, como dagas que me atraviesan el estómago, y van directas al cerebro produciendo un dolor más fuerte que el que dejo tu marcha.
Me libero de la consciencia y dejo de recordarte por unas horas, por unas amargas horas en las que no consigo añorarte.