sábado, 19 de febrero de 2011

Música

Humo en el ambiente.
En el garito, rostros desconocidos sedientos de música en directo. Mesas llenas, copas vacías esperando ser llenadas de algo de alcohol.
Un solista sube al escenario con su guitarra. Empieza a tocar temas desconocidos para muchos, pero que hacen sentir cada nota dentro del organismo.
Letras desgarradas sobre soledad, desamor, desencato de la vida... y el cuerpo empieza a sentir cada palabra, a recibir cada mensaje que se mete en la sangre, pasa a las arterias y llega hasta el corazón, y es allí donde explotan los sentimientos, donde las canciones cobran sentido, porque te identificas con la amargura, con el fracaso del protagonista, ese que es incapaz de hacer lo que realmente quiere, ese que rechaza a la chica de sus sueños por miedo a ser conocido de verdad.
Y lo único que eres capaz de hacer es aplaudir mientras el cantante va desnudando su alma sobre el escenario.
Gente que sigue bebiendo, cigarros consumidos entre las manos, y algún porro clandestino que difumina el olor de la sala.
Una chica en la mesa de la esquina, junto a la ventana. Bebe su caña rebajada con limón y sostiene entre sus manos su inseparable libreta, donde anota todo lo que siente en el momento y se deja llevar por las notas desesperadas del artista.
Esa chica soy yo.

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