viernes, 22 de abril de 2011

23 de abril

¿A qué huelen las páginas del primer libro que leímos?
¿Qué recordamos después de leer un libro?

Son sensaciones difíciles de describir, muy íntimas y distintas en cada uno.
Aún recuerdo el primer libro que leí, Viaje al centro de la tierra, de Julio Verne. He perdido la cuenta de las veces que he vuelto a él, a recorrer las primeras palabras con las mismas ganas de la vez primera.

Hay unas palabras de Javier Reverte que define muy bien la literatura: "La literatura, tiene algo de redentora, es quien nutre el alma de fe en la libertad y la justicia Ninguna ideología, ninguna religión, ni siquiera el mejor de los sistemas políticos, pueden usurpar a la literatura su hegemonía liberadora. Porque a menudo abre paso a los hombres, caminos impensados por donde escapar del caos, del horror, del desánimo."

Los libros nos acompañan toda nuestra vida, hacen que nuestra rutina se transforme por unas horas en una magia que llena la mente, la imaginación y el alma.

La literatura nos hace viajar en el tiempo, nos muestra lugares y culturas lejanas, descubrimos la fantasía de mundos llenos de princesas, caballeros, hadas, grandes reyes, nos hace percibir el miedo, la tristeza, la desgracia, la felicidad, el desencanto...Y nos enseña a ver más que palabras, que frases ordenadas en una buena historia, podemos sentir a través de ellas, de los pensamientos del autor, de lo que sientes sus personajes, que poco a poco los vamos haciendo nuestros, abriendo la mente más allá de nuestro mundo.

La lectura produce placer, un placer más allá de los sentidos, el desasosiego de acabar un libro, los minutos que pasan hasta que volvemos a la realidad, pero se vuelve con algo nuevo, con un brillo en la mirada, de aquellos que hemos descubierto un tesoro, una conexión especial con el libro, como si parte de nosotros también se quedara con él al cerrarlo, esperando sin tiempo, hasta que aparezca el próximo en descubrirlo.

Feliz día del Libro!!!



miércoles, 13 de abril de 2011

Soñando con la República

  • República, república siempre, la forma de gobierno más conforme con la evolución natural de los pueblos.

Hoy  celebramos que un 14 de abril de hace ya 80 años, se proclamo en España la II República, abriéndose el periodo más democrático, progresista y moderno de la historia de nuestro país.
Hoy más que nunca vemos que conmemorar la II República, no es un acto nostálgico de recuerdo del pasado. Conmemorar la II República, es un deber moral con aquellos que dieron su vida por la libertad y la democracia republicana.
Conmemorar la II República, es la reivindicación de nuestra historia, es mirar al futuro con ilusión y esperanza, es el momento  de tomar conciencia de la necesidad de avanzar en la consolidación de un potente movimiento republicano que sea una alternativa real al actual sistema monárquico, que no es solo el cambio del Rey por un Presidente/a de la III República, sino el desarrollo de lo que venimos denominado Democracia Republicana.
A pesar de no haber vivido esa época, no puedo sino imaginar esos días de República, bajo la intensa luz del sol de Madrid.
Imaginar, por ejemplo la vida en la Residencia de Estudiantes donde unos jóvenes, Federico García Lorca, Salvador Dalí, Luís Buñuel, o Severo Ochoa se creaban en un ambiente intelectual y de convivencia entre amigos.                  
Las charlas políticas, sociales en los pequeños cafés del centro, llenos de humo y ansias de libertad.
Saborear las primeras palabras de Clara Campoamor, gran defensora de los derechos de la mujer y que, sola, consiguió el voto femenino en España con el respaldo de un pleno que aún dudaba de la coherencia de la mujer.
Quizá sea hoy el momento de crear una nueva República, una forma de gobierno más madura y sólida que entonces, sin fisuras entre los partidos, basándonos siempre en los principios que los grandes maestros de la Segunda República inculcaban con fervor entre sus alumnos: libertad, autonomía, solidaridad y civilidad.
Hoy más que nunca doy las gracias a todos los que murieron defendiendo nuestros ideales, aquellos que aún después de tantos años no podemos olvidar, muchos todavía en las cunetas, pero siempre en nuestra memoria.
 

"Para la libertad", Miguel Hernández

EL HERIDO

Para la libertad sangro, lucho, pervivo.
Para la libertad, mis ojos y mis manos,
como un árbol carnal, generoso y cautivo,
doy a los cirujanos.

Para la libertad siento más corazones
que arenas en mi pecho: dan espumas mis venas,
y entro en los hospitales, y entro en los algodones
como en las azucenas.

Para la libertad me desprendo a balazos
de los que han revolcado su estatua por el lodo.
Y me desprendo a golpes de mis pies, de mis brazos,
de mi casa, de todo.

Porque donde unas cuencas vacías amanezcan,
ella pondrá dos piedras de futura mirada
y hará que nuevos brazos y nuevas piernas crezcan
en la carne talada.

Retoñarán aladas de savia sin otoño
reliquias de mi cuerpo que pierdo en cada herida.
Porque soy como el árbol talado, que retoño:
porque aún tengo la vida.

MIGUEL HERNÁNDEZ, El hombre acecha, (1938-39)

Para escuchar de rodillas.

-Hay en las nubes de esta tarde violetas y azules muy hermosos (…), un azul, sobre todo, más floreal que aéreo, el azul de la cineraria, que choca mucho visto en el cielo. Y también esa nubecilla rosa tiene un tinte de flor, de clavel o de hidrangea. Sólo en el canal de la Mancha, entre Normandía y Bretaña, he podido hacer observaciones más copiosas sobre esta especie de reino vegetal de la atmósfera. Allí, junto a Balbec, junto a esos lugares tan salvajes, hay una ensenada de suavidad encantadora, donde la puesta de sol de esta tierra de Auge, esa puesta de rojo y oro, que, por lo demás, aprecio mucho, no tiene ningún carácter, es insignificante; pero en esta atmósfera suave y húmeda se abren a la tarde, en unos pocos momentos, ramos de esos, celestes y rosa, incomparables, y que a veces tardan horas en marchitarse. Hay otros que se deshojan en seguida, y aún es más hermoso el espectáculo de un cielo todo cubierto por el dispersarse de innumerables pétalos azafranados y rosa. En esa ensenada, que parece de ópalo, todavía son más femeninas las playas doradas, porque están atadas, como rubias Andrómedas, a las terribles peñas de las costas próximas, a esa fúnebre costa, célebre por sus numerosos naufragios y donde todos los inviernos sucumben tantas barcas al peligro del mar».

Por el camino de Swann (1913).